miércoles, 20 de mayo de 2009

Imagínate


Por: Filipo Rviz



Sabes, me encanta jugar a imaginar realidades posibles, ficciones paralelas a esta que vivimos. Es un bonito ejercicio mental que practico cuando estoy solo, sin labores de la academia, sin huir a refugiarme obedientemente en la TV, sin escapar hacia los miles y miles de mundos atrapados en cuentos y novelas.


Por la mañana, cuando el bus queda atrapado en el tráfico de tortuga, olvido momentáneamente que me dirijo a clase y no me percato cuándo empieza esto, la música del radio baja su volumen. Concentro mi mirada más allá de las gotas de lluvia que frenéticamente bajan por el vidrio para estrellarse contra el empaque de caucho que impermeabiliza la ventana… Todo ha enmudecido, se detienen las gotas, el mundo se ha paralizado. Ahora soy nadie, soy todos, soy Dios, soy mi destino, soy tu destino, soy el Universo que nace y estalla a mi voluntad sin que nada de esto salga de mi cráneo.


El tablado está vacío, hay ruido de fondo, el bullicio de todos prestos a subir para recitar lo aprendido. Entro yo, todos de pie, el público me aplaude, yo director y protagonista. La escena está lista, todos a sus posiciones, lentamente se encienden las luces, ahora puedo ver el panorama, empieza el show. Estoy en el bus, los extras están sentados en sus sillas forradas con un gracioso calzoncillo blanco que contrasta con el resto de la tapicería. Entran en escena uno por uno los personajes, por la registradora, acomodándose de pie junto a mí, aferrándose de los asientos y las manijas para no dejarse caer cuando el escenario arranque y frene. El semáforo da la señal, y uno a uno en su respectivo compás, recitando su parlamento en voz baja, callando justo antes que el otro empiece, cuchicheando en su momento. No podemos demeritar el trabajo tras bambalinas, allí, más allá de nuestra cabina de autobús-pequeño teatro, afuera pita un carro, pita otro, se escuchan frenar, el nuestro acelera, se detiene. Entonces miro por la ventana, hace rato hay una diminuta flecha de fuego en el cielo, nadie la nota, es curioso. Pronto adquiere velocidad y ahora sé a dónde se dirige, justo al centro de la ciudad, es el fin, al menos el de los que estemos a cinco kilómetros a la redonda. ¿Para qué angustiarles? Morirán felices sin saberlo, todos tranquilos, menos yo, que soy testigo del Apocalipsis en primera fila, callo por su felicidad, los dejo dichosos en su ignorancia. La silueta de los rascacielos oculta la flecha de fuego, eventualmente toca suelo.


Entonces la mañana fría y gris momentáneamente es el corazón del sol mismo, la temperatura se eleva hasta volver plasma las rocas, la silueta de los edificios se desvanece. Los pasajeros apenas alcanzan a ver por el cristal de la salida de emergencia. Sin haber escuchado aún el estallido, llega la onda de choque de la explosión, una ráfaga de viento levanta a todos los vehículos de la calle, ensordeciendo los gritos de los desesperados protagonistas de mi escena, se lleva en pedacitos todos los vidrios, luego una marejada de fuego libera todas y cada una de las almas en una última exhalación calcinando y evaporando los cuerpos que las retienen: he aquí el infierno en tierra. Todos estábamos condenados.


El semáforo cambia a verde, el policía hace señas y nuestro conductor avanza, voy tarde a clase. Y cuando parece que toda esta farsa en mi cabeza ha terminado, empieza de nuevo, casi que se repite, pero con variaciones, algunas veces grandes, otras casi imperceptibles.


Vos deberías practicarlo. Es muy sencillo. Tan pronto conozcas a una persona empiezas a estudiar detalladamente su conducta emocional, te lo advierto de una vez, nunca podrás predecir exactamente qué está pensando, aún si llevas años examinándole. De vez en cuando para obtener resultados de otro modo invisibles, debes experimentar produciendo algún estímulo que genere una situación poco común, basta con un pequeño evento, quizá si te enfadas, o le haces cosquillas… qué sé yo, improvisa. Y con mucha atención captarás la respuesta del conejillo de Indias. Comparas el resultado obtenido con el modelo teórico que has venido creando, lo corriges y voilà, ya tienes cómo simular con bastante aproximación una situación donde tu rata de laboratorio aparezca.


Sin embargo, ten cuidado durante este estudio, que no te descubra, es difícil llevar a cabo esta empresa sin que nadie lo note. Si te quedas mirándole fijamente a los ojos por un tiempo prolongado puede empezar a sospechar, y de ahora en adelante actuará y de su ser no revelará nada más para ti, y sólo proyectará lo que vos quieres ver, todo lo que vos crees saber, cuando estés presente armará un show sin que lo notes.

Te quería contar algo, pero me estoy yendo por las ramas.


Anoche, después de acompañarte al paradero, llegué muy cansado. Escuché música, comí y fui a la cama. Recordé que las noches anteriores me había sido imposible conciliar el sueño, en ocasiones por simple angustia existencial, otras porque el sueño no quería caer sobre mis párpados. Afuera, a lo lejos, el agua sobre el pavimento como una pequeña tempestad generada al paso de un carro por un charco, de resto completa calma acústica. Allí, yo, encerrado en mi cuarto, postrado en mi cama, dando vueltas para un lado y otro, atrapado por las cobijas, sin control sobre el juego que ahora me tenía atrapado. Había olvidado tomar mis medicamentos. En el juego yo…


Desperté, tarde como siempre, presto, clase de siete, no hay tiempo para tomar una ducha, ropa encima, café sin dulce, huevos batidos… Este humilde narrador sale hacia la épica travesía a la hora pico por las calles capitalinas en su metálico fiel corcel ajeno, motor diesel, 250 caballos de fuerza, diez y nueve pasajeros sentados, quince de pie, mil cien pesos tarifa por viaje.


Siete y cinco. Ya casi llego, quinientos metros me separan del aula, tramo que se hace infinito. PAUSA, hoy puede no haber clase, siempre puede ocurrir un inconveniente, bueno, siempre puede ocurrir, pero es poco probable, a lo mejor el profesor llegará después que yo lo haga… su madre se levantó necesitando atención médica, quizá ayer no llegó el cheque de su sueldo, hoy temprano lleno de cólera fue al juzgado a demandar a la universidad y quizá lo detuvo un policía de tránsito por llevar la puerta del baúl abierta. (Jesús exclama el uniformado al ver una mano anciana llena de sangre coagulada tratando de abrir la puerta…).

Siendo realista todo esto es poco probable.


Llegué al salón de clase, entré por la puerta de atrás y literalmente iluminé el recinto. Caminé a hurtadillas hasta el fondo, en vano, pues fui descubierto por el maestro que enseguida me preguntó algo que había explicado hace rato, y que desde luego no escuché por llegar tarde, por haberme despertado tarde, por no dormir bien anoche… al menos la lista de asistencia no había pasado todavía. Excelente situación, hoy la clase es con proyector, salón oscuro, el calentador del aire funcionando al máximo, maleta al suelo, manos en la mesa, los ojos se cierran, la frente se dirige hacia las muñecas, por fin siento el sueño que no he dormido en esta semana. Dos horas más tarde me despierta la hoja de asistencia. La luz sigue apagada, el salón lleno, el profesor no notó que mentalmente capé clase.



Afuera el día mejoró un poco, ya cantan los pájaros. Como, luego existo. Pequeña socialización con los compañeros, noticia nueva, el profesor de ensayos no viene, hay un congreso no sé dónde, confirmación de otra noticia, tampoco viene el profesor de materiales, sigue con laringitis. Diez de la mañana, biblioteca por cuatro horas ininterrumpidas. Es hora de relajarse, matar el rato. Finalmente vos apareces y vamos al restaurante:


• Tú, de mal genio, no te culpo, tienes razón, ¿por qué no comprendes que todo eso ocurrió la semana pasada y esta es una semana nueva? Está bien, digo te quiero, ahora vos sin haber acabado el plato te levantas, vas al tocador, como cosa rara te demoras horas y horas, sales con los ojos aún empapados, te acercas y me susurras al oído con la voz entrecortada que soy un imbécil, me preguntas cómo es posible que no tenga sentimientos, un último adiós y te vas.

• Tú, y esa maliciosa mirada escondida tras un gesto de seriedad. Sabes que no podrás mantenerla por un segundo más, ríes y corres al baño. Estás loca, ¿sabes qué es lo mejor?: yo también. Te veo asomándote desde la entrada del baño, otra vez haciendo esa señal. Me levanto del puesto, abandonando las maletas y me dirijo al baño, casualmente entro al de mujeres, ¿donde están los orinales?, quizá más al fondo, esto es una trampa: ha caído un incauto dices cuando cierras la puerta, tú y yo desnudándonos con la mirada, sin poder contenerlo, estallamos en un mar de besos y caricias…

• Tú, y tu mirada perdida en los recuerdos de no sé cuál fulano, y yo, aterrado con la idea de no llegar a ser nunca jamás la razón de tus suspiros. Aún no has decidido qué ordenar, apresúrate, ya vienen a preguntar… entonces pides que te sugiera algo, y yo simplemente me sonrojo…


~ y vos al verme te apenas también, reímos y pedimos cerveza mientras pensamos mejor, la tarde pasa volando, tú y yo revelándonos el uno al otro, sin ocultar nada…

~ y yo simplemente me sonrojo, vos piensas a gritos tonto, pero yo no quiero darme cuenta de que soy el peón que va a sacrificarse inútilmente en una batalla de desamor y venganza de la cual no soy protagonista.

~ Finalmente vos de nuevo al lado de aquel que te había roto el corazón. Seguramente meses después recordaré ese momento cuando esté viéndote desde el marco de la puerta, por un momento dudaré qué carajos hago en este hotel, me acerco lentamente, vos durmiendo, que cara tan hermosa, quisiera ver los ojos de los que me enamoré… y a tu lado ese maldito. ¿A quién mato primero?, mejor cerrar la puerta bien, a este le clavo el cuchillo en el pecho mientras ella despierta, y antes de que pueda gritar ataco su garganta… cuando acabe todo, salto por el balcón, bonito encabezado de los periódicos mañana por la mañana…


En ese momento escapo del juego, ya no puedo controlarlo, ya no puedo discernir entre la realidad y el juego, en cualquier momento me llama y yo no me percato, en cualquier momento salgo y sigo jugando… aún tengo poder, sé que cuando se torna macabro estoy delirando… ahora lo recuerdo claramente, tres realidades, tres posibles historias, todas ellas suponiendo que tú y yo nos conocemos…


Uno de estos días me llenaré de valor, y sin que mi voz tiemble te saludaré, te invitaré atomar un café, espero causarte una buena impresión, hablaremos de todo y de nada, del pasado, del futuro, del ahora…

Ojalá fueras real.


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