martes, 21 de abril de 2009

Firma de contrato


Por: Carlos Ayala

Habría que cortar en dos a los hombres, con sus hambres y sus hembras.


Luciana decide que siempre es mejor obedecer. Resuelve que ya hizo el amor amorosamente y que esto, no es más que una simple y cotidiana violación. Una puja ejecutiva por la saliva de su entrepierna.

Con los calzones abajo, y las rodillas temblorosas (es natural, no conoce bien a ninguno de los individuos), apela a la razonabilidad de los guapetones. Alega, que ella no va a ser obstinada frente a sus deseos, pero que por favor la traten con amabilidad. Nada de golpes en la cara y que si la van a penetrar analmente, usen condón. También exige que por favor, sea de a turnos, de uno en uno, ella no está acostumbrada a esa jugarreta de la doble P. Faltaría más, si no van a pagar, solo van a gozar. Ella, como buena víctima, deberá presentar la resistencia apropiada para el momento, pero sin exagerar. No sea que alguno se moleste y tome represalias.

Los incontenibles penetradores están de acuerdo. También tienen sus exigencias: Quieren chupar teta, no han superado la etapa de lactantes. Quieren cariñosos besos, esos que las mujeres violadas, ya no brindan. Uno de ellos desea ansiosamente mearla. En este punto Luciana acude a la táctica política que trata sobre la ecología y la higiene. Asunto que fue respaldado por tres de los cuatro perspicaces. Que vea hombre, que vea, que eso produce infecciones y… en fin todas esas cosas sobre la limpieza, y el olor, y el sabor. El asunto se resolvió democráticamente.


Secretaria de carnes propias de la veintena. Coqueta, rebuscadora, calentadora de huevos. Que cada uno recoja la cosecha de sus actos: prudencia, bondad, honestidad, laboriosidad. No atender nunca a los instintos ajenos viene siendo un error de apreciación.


PROTAGONISTAS
Administrador de empresas con un Master informático y un par de cabronadas más que suelen olvidarse después del quinto vaso de buen amarillo // Ingeniero de sistemas, con énfasis en mierda y alborotador aficionado // Economista recostado, con un postgrado en alimentos y participante de talleres literarios, en los que suele buscar a sus asistentes // Ingeniero industrial, violador compulsivo desde los quince // Hay que verles la cara, cabritos bien peinados, rostros perfilados, arios latinoamericanos. Tan de buena familia todos, todos aristócratas encumbrados.

Luciana, licuadora de carnes, dos por mes (conjeturen lo que quieran). No soñó la situación, ni en sus más alocadas pesadillas. Cincuenta y dos kilos de carne bien distribuida. Cincuenta y dos kilos de ilusiones sociales, desperdigadas sobre un escritorio de… diga usted, unos tres millones; ni sumando la chiramenta de los hermanos con la de los tíos se juntaba tanta plata.

Con la blusa hecha un confite y la falda encaramada sobre la cintura, media teta rasguñada y un par de moretones en uno de los costados. La ilusión se desparrama en cortometraje de fácil digestión: se ve de asistente de alguno de ellos, ganándose un sueldo que le permita salir con los muchachos del departamento de sistemas, qué muchachos excelentes ésos, hasta los técnicos tienen para cervezas en un buen lugar; dejar atrás ese cagadero de medio pelo, al que la invitan sus compañeras de ilusiones = VALE LA PENA (mi amiga, vale la pena el sacrificio, al fin y al cabo son solo cuatro).

ADMINISTRADOR: Cómo está de buena esta perra, huyyy, sí, qué rico le huele ese roto, maravilloso. Esto de comer bachiller de distrital, es hasta rico.

Toma en contrapicado: se ven los dientes mordisqueando fuertemente la espalda y rasgando las tiras del sujetador (las que van sobre los hombros), clava las uñas en las nalgas y en su turno le introduce con brusquedad un atado de plumas (con las tapas, por supuesto, así deslizan fácilmente).

INGENIERO UNO: Ahhhhhhhhhh, ahhhhhhhh, ugghhhgghghghghg, ahhhhhhhhhh, puta, sos una puta muy rica… eso, lámeme, lámeme, eso, ahí, que ahí no me llega ni el sol de la vacaciones… jajajajajajajaj.

[ajajajajajaja: carcajada general]

Ella se saca lo que tiene en la boca y también sonríe.

Entonces esto no es una violación, según los estándares de lo que solemos llamar violencia sexual // Si uno no quiere, pero le toca, es violación // Y ¿Por qué le toca? // Por la necesidad de ser alguien // Igual la pasó rico.

ECONOMISTA: Venga yo le doy unos besitos, vea eso cómo la tienen estos guaches. Se les nota que son educados en el país. Vea como le dejaron la boca… No puede ni dar un beso. Muestre esas teticas para acá, siéntese, mi china, siéntese ACÁ.

Acercamiento veloz: falo enhiesto, mano firme. Sin condón, faltaría más. Se toma las nalgas y las abre. Toma rápida al rostro. Sollozo de mujer en problemas serios. Baja, se pone a punto, y el respetuoso, aclama al matador. ¿Cuánto candor puede albergar un ser humano en sus entrañas? El suficiente para ser desangrado hasta quedar exangüe.

BANDA SONORA (circunstancial)
VERÁS QUE TODO ES MENTIRA, VERÁS QUE NADA ES AMOR, SI AL MUNDO NADA LE IMPORTA, YIRA, YIRA. AUNQUE TE QUIEBREN LA VIDA, AUNQUE TE MUERDA UN DOLOR, NO ESPERES NUNCA UNA AYUDA, NI UNA MANO, NI UN FAVOR…

La faena llega al punto en que debe llegar, al final. Andrés insiste, le quiere ver el relleno. Cuando estuvo en Europa vio unos cortos maravillosos. Alejandro, no quiere ver eso, él viene de muy buena familia para aguantarse esa cochinada. Luciana, ya no puede ni mantenerse en pie.

INGENIERO DOS: Vea eso cómo la dejaron. Las sobras, qué asco.

Luciana piensa que en un par de semanas desaparecen los moretones, y que el desgarre no es nada del otro mundo. Gracias a Dios por la oportunidad. Gracias a Dios está en medio de gente educada y prestante. No con esos indios desgraciados que le jodían la vida en el colegio. Y ya quisieran esas piojosas envidiosas estar en la posición en la que ella se encuentra ahora.

Democráticamente también se decide (tres a uno) que Luciana es comida de perro criollo esa misma noche. La respetada mesa de profesionales, buenos amigos de todo el mundo en la empresa pero mejores amigos entre ellos, cambian el plan de diversión a seguir. No todo puede ser el rutinario movimiento de caderas calientes y deseosas, no, el ser humano en su composición física es un paño de infinitas posibilidades.
Una oficina promedio mantiene dotación para diseccionar un elefante si así se requiere, o llegado el caso, hacer un llamado al instinto primitivo. Por ejemplo, un ritual de corte y trepanación a una secretaria promedio.

Luciana, doblega el dolor. Sale a pasear un momento. Sale al viejo parque en el que compartía sube y baja con Felipe, ese muchachito que solía llevarle chocolate hecho en casa, en un molde con forma de payaso. Los días se iban bien en el fondo de la arboleda, viendo cómo la luz quedaba varada en la copa de los eucaliptos, recogiendo sus semillas para hacer collarines que no eran usados nunca. Rosita, la vecina, compartía sin dificultad la única bicicleta que había en tres cuadras a la redonda, velocípedo en el que aprendieron todas las niñas de la cuadra. Da una vuelta por la casa desvencijada que chirriaba de lo vieja, y por el olor de los jazmines que milagrosamente se mantenían intactos en su jardín. Los recuerdos suelen ser así, caprichos inentendibles, que aparecen de un momento a otro, que llegan sin invitación. Inoportunos los desdichados.

Don lucho, el todero del edificio es un tipo confiable, lleva muchos años guardando los corotos y encartes de la familia. No hay por qué preocuparse.

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